11.3.11

#31 · Astrud, la Coca-Cola, la independencia y otras mierdas

Ayer hubo comidilla en Twitter porque Manolo Martínez se cabreó al enterarse de que al concierto de Astrud en la Rock Kitchen le ha salido un logo de Coca-Cola:


Tiene toda la razón en que no le haga ninguna gracia, la tendría si montara un pollo más gordo (incluso si se negara a tocar) y nosotrxs sus fans sólo la tendremos si pasamos de ir a este evento.

Recordé este artículo de Wallace Wylie en el que analiza el discurso hegemónico en Pitchfork, es decir, la biblia-canon-norma de la música independiente actual. Luego hablamos de qué leches es ser independiente, pero por ahora nos entendemos, ¿no? Resumiendo, aparecen varios iconos como Iron & Wine, Decemberists y Pains of Being Pure at Heart diciendo que la mercadotecnia de la música indie (en EEUU mucho más acusada y esponsorizada que por aquí, nótese la obviedad) es un inevitable signo de los tiempos. Domina la postura cínica: vale, las marcas no molan, pero no me voy a avergonzar de salir en anuncios y no me vengas con remilgos políticos porque la tradición contracultural está llena de incoherencias y flaquezas. Wylie se queja de que décadas de carticaturización y propaganda nos han hecho olvidar las cosas de la contracultura que sí molan, una ética por la que merece la pena pelearse. Todo aquello por lo que nos identificamos con los grupos a los que ahora copian The Pains y no con los de la MTV, por ejemplo. En conclusión:
Without some sense of an alternative culture, without the idea that some unpopular ideas are important enough to be taken seriously, we allow the dominant culture’s values to be our own given that our built-in bullshit detectors have become attuned to reject every idea of rebellion as foolish and naïve.
Ana hablaba ayer en su blog de las estéticas de grupos que le gustan y las que no. Reivindicaba con mucho acierto a quienes salen fexs en las fotos. Justo ayer comenzaba también el Madrid Popfest, con su cartel lleno de gente desaliñada y entrañables nerds, que esta noche coincide con el dichoso evento cocacolero y se define así:
El Popfest es un festival de indiepop que se celebra por todo el globo, desde Nueva York hasta Roma, organizado por pequeñas células independientes entre sí. Siempre desde una total autogestión, sin patrocinadores, aunque sin renunciar a colaboraciones puntuales con colectivos afines, los Popfest del mundo conspiran para reunir a toda clase de grupos, desde leyendas de Sarah o K records, hasta nuevas promesas de Cloudberry, Wee Pop y Slumberland.
Así da gusto. No estoy diciendo que sea el paradigma perfecto, mi horizonte ideal no es que todo tenga que pasar por el voluntarismo de personas desinteresadas, sino que debería ser posible que hubiera gente viviendo de esto, organizando conciertos profesionalmente y teniendo vidas dignas. Pero tiene que haber una manera que no pase por el chunguísimo empresariado que tenemos; sin que esponsorice Coca-cola o la marca de turno, sin precios escandalosos, alquileres de sala abusivos, garrafones insalubres, mafias exclusivistas, etc. Tiene que haber maneras y las vamos a llamar independientes y alternativas. Yo si no estuviera convencida de que existen esas maneras ya me habría pegado un tiro.

Es más, a poco que le des vueltas a la cabecita puedes conectar esta manera (post)industrial de producir y gestionar la música con una ideología mucho más amplia que vamos a llamar neoliberalismo y que nos está jodiendo a todxs. No conectes sólo con los lobbies que han forzado la ley Sinde, por ejemplo, da un paso más y conéctalo con que tienes 30 años, 2 carreras y estás en paro (o con una beca, o inframileurista, o pagando una hipoteca indecente o la situación precaria que te corresponda). Y usa la cabeza al menos para tomar decisiones de consumo coherentes. Yo si no estuviera convencida de que tenemos capacidad de influencia con nuestras elecciones cotidianas ya me habría pegado un tiro (no sin antes pegárselo también a algún que otro culpable).

Como sigamos con este despiste, el día que se muera Esperanza Aguirre no vamos a reír y a bailar sino a ponernos un lazo negro al lado de la chapita de lxs Pastels... Para que no pase eso tenemos que seguir generando alternativas a los discursos y narrativas hegemónicas que nos colonizan, buscando situaciones de autonomía creativa como creadorxs y como consumidorxs. Yo creo que de eso va la música indie. Y no soy naïf, sino absolutamente realista. Para más argumentación contra el cinismo puedes leer la estupenda entrevista que hicieron a Elena Garmendi en torno al hype:
Los cínicos son también muy útiles al sistema, tienen toda la capacidad crítica y toda la inteligencia para desmontarlo y la utilizan en mostrar sistemáticamente la potencia del mismo. Una producción cultural no dependiente sería el momento en el que esos chavales no necesitaran las narrativas que les sirven de marco de referencia y se lanzaran, como un viaje por el desierto a la construcción de oasis, a contar historias que no dependieran de los productos de la industria cultural. Una sociedad de narradores interdependientes que no se recogen bajo el paraguas del último blockbuster, sino que ponen en marcha sus propias dinámicas narrativas.
Evidentemente porque elijas ir al Popfest no vas a acabar con el hambre en África, salvar a los delfines o llegar a fin de mes. Este post no va de promocionar ese u otro festival. Estoy hablando, simplemente, de plantearnos éticamente el consumo musical que hacemos, de nuestro poder como fans, oyentes, editorxs, productorxs, relatorxs y amantes de música independiente y alternativa. Ser conscientes y actuar en consecuencia.



Para empezar, otro dato del que nos enteramos ayer: Spotify colabora con la visita de Ratzinger a Madrid porque considera que es "importante y constructivo para la juventud". Tú verás si sigues pagando el premium.

9 comentarios:

  1. Anónimo19:11

    Ciertamente Manolo Martínez tiene razones para sentirse estafado. Pero me extraña que ponga ahora el grito en el cielo la misma persona que ha grabado para una multinacional... Ah, claro, espera, es que ahora ha estudiado Filosofía y claro...

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  2. Ahí le has dao, aunque lo de grabar en una multi (con lo que tampoco estoy de acuerdo, menos teniendo su sello propio ya montado) tiene un poquito más de pase que tocar en un evento patrocinado por una marca que ni siquiera es del ramo y claramente no viene nada a cuento... De todas maneras parece ser que Manolo Martínez tiene una tirria especial con Coca cola y sus fiestas modernas, que incluso le llevaron a perder un curro: http://www.astrud.com/?pag=articulos&articulo=23

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  3. Anónimo20:48

    Sí, genial. Pero si nos ponemos así... ¿en qué festivales toca Astrud? ¿En el Popfest y en el Patio Maravillas? ¿O en el Movistar-Summercase o Heineken-FIB, etc? Me parece dárselas un poco ahora... Eso sí, toda la razón con que tendrían que haberlo sabido de antes.

    En mi opinión, no creo que tenga más o menos pase una cosa o la otra. Al fin y al cabo grabaron para Virgin. ¿Hay más que decir? No creo que haya que tirar mucho del hilo...

    Eso sí, si tiene manía a Coca-Cola, pues genial. Pero me parece demasiado vincularlo con un supuesto rechazo a patrocinios de majors.

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  4. Anónimo20:55

    Qué mal me he expresado, por cierto... jajajja

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  5. A ver si me explico mejor:
    un grupo graba un disco y elige hacerlo con una multi -> mal.
    un grupo va de gira y toca en evento Coca-cola, San Miguel Primavera y Movistar Summercase -> peor aún, porque ha dado un paso más en la mercantilización de su música.

    Vivir de la música es complicado y puedo entender que en casos de precariedad se tomen decisiones erróneas, podemos llegar a entender (que no apoyar o compartir) cada caso específico, pero lo de la Coca-cola rebasa el límite lo intolerable. El Primavera también, quería enlazar este artículo en el post pero al final se me pasó:
    http://blogderesiduos.wordpress.com/2010/05/27/%C2%A1ya-es-primaveras-en-el-cortingles/

    Estoy de acuerdo en que Astrud están instalados en ese cinismo contra el que va este artículo. Lo coherente habría sido negarse a tocar, está claro. Tampoco sé si han tomado alguna medida (negarse a volver a hablar con esa sala o promotores, por ej).

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  6. Anónimo21:26

    Leí el artículo que señalas en tu enlace, hace un tiempo, y estoy en desacuerdo en muchas cosas.

    Dile a un chaval "de provincias" (de verdad, qué vanidad...) que el Primavera es lo que es, que cada palo aguante su vela, y pídele integridad: no va a ver un concierto de los grupos que le gustan en su vida. O sí, viajando a la capital(Comet Gain no van a ir ni a Huelva ni a Cuenca ni a Cartagena). ¿Que el Primavera Sound está jugando con todo esto para exprimir la gallina de los huevos de oro? Pues sí. ¿Y?

    Me parece una crítica muy fácil al Primavera, de verdad.

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  7. Separemos: el caso de el chaval de provincias (o de capital pero sin pelas para ir a dos conciertos a la semana) que va al Primavera es uno de esos que puedo entender porque el mundo es complicado y a veces tomamos las decisiones que son mejores para nuestros intereses aunque no sean éticamente idóneas. El caso de los organizadores del Primavera, que han inflado un megaevento con hiperpatrocinio y exclusivismo (lo de "único concierto en España", que también es un superexprimidor de gallinas), es absolutamente criticable. Y el chaval que va también tiene derecho a criticarles, ir no es comulgar 100%.

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  8. Marta, quería haber comentado antes, pero no tenía muy claro como desarrollar mi opinión. Creo que en este tema todo se basa en tres conceptos: satisfacción, responsabilidad y sacrificio.

    Parto de la base de que a todos nos gustan los grupos que acaban tocando en megafestivales o en conciertos patrocinados por una marca y que al mismo tiempo nos repugna la mercantilización de la música de esa manera. Supongamos que un grupo X va a tocar en un concierto patrocinado por, pongamos, Movistar. La satisfacción que nos representa el acudir a ese concierto quedará empañada por ver al grupo al lado de banderolas gigantes con la dichosa M azul; la satisfacción que nos supondría no contribuir a pagar esa perversión convivirá con la tristeza por no haber podido ver a ese grupo que tanto nos gusta. Aquí es donde entran en juego el sacrificio y la responsabilidad. Me imagino que en cada caso uno tendrá que elegir, pero estoy segura de que todos somos conscientes de lo que estamos haciendo tanto si pasamos por caja como si no.

    Los que vivimos en provincias o directamente fuera del mapa, como yo (Las Palmas), lo tenemos más fácil para no participar de ese juego. Claro, no tenemos la posibilidad de hacerlo. Hasta que pasan 365 días sin ver en directo a grupos nacionales (de internacionales ni hablamos), exceptuando algún extraño advenimiento que nos traiga a alguien interesante cada x meses, y acabamos empeñando hasta las pestañas para poder estar en un festival como el Primavera. Podrá asquearnos mucho tanta publicidad que no te deja ni dar un paso, pero es nuestra única posibilidad de disfrutar de esos grupos que tanto nos gustan aunque sea a costa de no tener más vacaciones en el año, de cagarnos en todo cada vez que se nos solapan dos que queremos ver, y de aguantar a miles de personas que están allí por cualquier cosa menos la música.

    Por eso las críticas como la que enlazas, que ya había leído el año pasado, me parecen escritas desde la arrogancia que da vivir en una gran ciudad. Entiendo lo que dicen, pero al mismo tiempo sé que los festivales se nutren en buena parte de personas que no tenemos a nuestra disposición todos los miles de tipos de concierto que existen casi cada fin de semana.

    También me llevé las manos a la cabeza cuando leí que Spotify patrocinaba la visita a Madrid del Papa. Pero luego, por comentarios que leí en twitter, me puse a mirar el resto de patrocinadores y tienen mucha tela. ¿Voy a dejar de volar con Iberia para siempre por esto? Puede que mi sentido de la responsabilidad así me lo indique, pero al mismo tiempo sé que cuando llegue el momento de sacar el próximo vuelo a la Península, lo único que voy a mirar es que sea lo más barato posible, y más con los precios de las compañías aéreas subidos a la parra desde hace un año y sin tener otro medio de transporte a nuestra disposición. En este caso, el sacrificio de no viajar por esto es mayor de lo que estoy dispuesta a hacer. Triste, sí, pero tengo que reconocerlo, aunque no me sienta orgullosa por ello ni por saber que, de una forma o de otra, siempre se participa de esta mierda de economía de mercado y de consumo.

    Saludos

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  9. Ana, gracias por el comentario, lo dejas todo bastante bien explicado y estoy de acuerdo con la crítica que le haces al artículo del Primavera. Rezuma prepotencia capitalina.

    Por eso añadiría un cuarto concepto: oferta. Es así de triste, pero al final, como dices, vivimos en mercados y dependemos de la oferta de las empresas (a no ser que nos vayamos todxs a okupar y tejer redes de economía alternativa solventes, que sería la mejor opción pero tenemos nuestros miedos).

    El caso de Spotify: tus necesidades musicales pueden ser satisfechas cómodamente de otras maneras, entre Lastfm, p2p, descarga directa y/o compras de discos físicos y de emepetreses. No creo que te vaya a faltar ningún disco sin Spotify.

    En el caso de Iberia, está claro que si tienen precios baratos y vives en Canarias no puedes dejar de usarlos de vez en cuando. Lo contrario sería joderte la vida (sin salir de tu isla o pagando una pasta) y tampoco creo que tengamos que ser heroínas del precariado y andar poniéndonos más trabas de las que ya tenemos.

    Como tú dices, estamos siempre participando en la mierda, pero hay que tener claro que no nos podemos sentir orgullosxs de ello. Hay una diferencia ética entre justificarnos con un simple "no hay otra" (cinismo donde están instaladxs Astrud, Pains, etc) y añadir un "pero no me siento orgullosa de ello" (que a veces irá acompañado de "y estoy haciendo algo para cambiarlo", tipo organizar el Popfest, participar en un CSOA, desarrollar software libre, etc etc).

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